sábado, marzo 21, 2009

¿Alianza para la calidad de la educación?

Calidad educativa: rumbo perdido

La alianza SEP-SNTE carece de un eje articulador. Por eso da la impresión de ser una miscelánea en la que se juntan propósitos irrebatibles con otros injustos e incluso algunos riesgosos

http://www.eluniversal.com.mx/notas/585070.html




Olac Fuentes Molinar

El Universal México, DF Jueves 19 de marzo de 2009


En estas líneas, intentaré explorar el carácter y los resultados —visibles y previsibles— de las dos líneas de acción de la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE) que tienen un efecto más rápido y directo sobre lo que ocurre en la realidad cotidiana de las aulas y las escuelas: la reforma curricular y la evaluación externa y uniforme del aprendizaje de los alumnos de educación básica.


Hay que plantear para empezar una pregunta central: ¿tenían los gestores de la alianza —el grupo dirigente del SNTE y la SEP— una idea clara de las dimensiones y las causas que, dentro de las escuelas, han generado la baja calidad y la fragilidad de los aprendizajes fundamentales que una proporción muy elevada de los alumnos adquiere a lo largo de la educación básica?


No me refiero sólo a los resultados de exámenes externos distintos, como Enlace y Excale, aplicados por la SEP y el INEE y que se focalizan en la memorización de información y el dominio de competencias intelectuales, predominantemente de baja complejidad, o a los de PISA, aplicados al final de la educación básica por la OCDE en más de 50 países y focalizados en la capacidad de razonamiento y la aplicación del conocimiento a problemas no convencionales y de complejidad creciente. En esos exámenes, aunque evaluaron logros diferentes, los resultados globales de los estudiantes mexicanos —como los de otros países latinoamericanos— han sido bajos.



Cada vez que se hacen públicos resultados así, la reacción social es más o menos la misma: los medios anuncian que somos “un país de reprobados” y dejan de lado el tema cuando sucede algo más llamativo; el gobierno se compromete con rostro solemne a mejorar los resultados; los padres y los maestros más sensibles entran en un confuso estado de ansiedad; y la educación, sobre todo la pública, recibe un nuevo golpe en su ya disminuida credibilidad.


Lo que muy pocos se preguntan es qué significan esos resultados y por qué los obtienen nuestros alumnos. Preguntarlo con honestidad y con rigor intelectual. No lo hicieron ni el gobierno de Felipe Calderón ni el poderoso grupo de líderes sindicales y funcionarios públicos en torno a Elba Esther Gordillo. Pero no han sido sólo ellos. Tampoco ha surgido la reflexión que nos hace falta en la mayoría de los sectores de maestros disidentes agrupados en la CNTE, ni en los organismos privados que se cubren con el generoso manto de la “sociedad civil”.


La ACE fue lanzada sin un argumento articulador. De ahí su apariencia miscelánea, que incluye lo indiscutible, como fortalecer la deteriorada infraestructura de las escuelas o apoyar el acceso de los alumnos a la salud y la nutrición; lo que no tiene fundamentos, como suponer que la tecnología por sí misma puede mejorar el aprendizaje al margen de una pedagogía renovada o que es razonable seleccionar a un maestro sólo con un examen de conocimientos; lo injusto, como creer que un maestro es responsable del aprendizaje de un grupo en un año determinado, sin considerar dónde y a quién enseña ni cuáles fueron las experiencias previas de sus alumnos en la escuela; lo riesgoso, como anunciar reformas curriculares sin definir sus rasgos centrales; y lo dañino, como etiquetar a alumnos, escuelas y maestros con un examen único, anticuado y en buena parte banal.


¿Es posible encontrar, en el funcionamiento típico de las escuelas básicas, una causa central que explique el origen de la deficiente calidad formativa de la mayoría de nuestros estudiantes y que se combina con causas sociales como pobreza, desigualdad y una diversidad cultural e individual ignorada, así como con el burocratismo y la corrupción que invaden a un sistema escolar que se resista al cambio sustancial? Estoy convencido de que esa explicación es posible y de que es indispensable someter a la discusión hipótesis fuertes que alienten un debate sin tibieza y sin generalidades piadosas.


Personalmente, encuentro esa explicación en las creencias, las formas organizativas y las prácticas de enseñanza que conciben a la escuela como un aparato de transmisión de información y de adiestramiento en rutinas intelectuales elementales. Un aparato regimentado y plano, que no admite prioridades, variaciones o preferencias y que actúa verticalmente a lo largo de una jerarquía de autoridad, que disciplina al maestro e ignora el interés y la individualidad de los alumnos, en aras de un “saber necesario” que se cristalizó hace mucho en la cultura escolar y que en buena parte ha perdido su vigencia para los tiempos que corren y los que vienen. Un aparato que, sin importar los enormes avances que las ciencias han generado para entender el aprendizaje humano, sigue creyendo, como escribía Jerome Bruner, que la gente aprende por el simple hecho de ser expuesta al conocimiento, y de aprender reproduciendo uniformemente lo que le dijeron que debería saber. Si no lo aprende, el responsable es el alumno, porque el conocimiento estaba ahí, a su disposición.


Este modelo se sostiene sobre tres pilares: un currículum que va creciendo exponencialmente conforme se avanza en la educación básica. Se inicia sensatamente en preescolar, con una propuesta que es excepcionalmente sensible a las potencialidades de los niños, pero que todavía no se arraiga en un ambiente de viejas tradiciones.


Ya en los primeros años de primaria esa fluidez encuentra el obstáculo de las antiguas visiones sobre la lectura, la escritura y la aritmética, y en las nociones arcaicas del orden y de la disciplina. A partir del tercer grado se van incorporando más y más contenidos informativos, con una presentación protodisciplinaria, con muy poco tiempo para asegurar la comprensión, la exploración por parte de los propios niños, el ejercicio genuino de la lectura, la redacción y la construcción del razonamiento matemático.


Sin embargo, es en la secundaria en donde estalla el enciclopedismo. Parecería que los autores de cada programa disciplinario pensaron que la suya era la única materia y que era la última oportunidad de enseñarlo todo. Para cada maestro aplicar esos programas es una carrera contra el tiempo, sin posibilidad de priorizar, profundizar o atender las dificultades y curiosidades de los alumnos. Los estudiantes, muchos de los cuales viven una adolescencia difícil en una sociedad hostil y en el nuevo mundo de la tecnología de lo virtual, reciben un diluvio de información en trozos, inconexa, lejana a su vida y a sus referentes de comprensión. Parafraseando a los críticos anglosajones, se trata de un currículum de un kilómetro de superficie y tres centímetros de profundidad.


La secundaria fue siempre enciclopédica, desde sus orígenes como un selectivo ciclo propedéutico para los estudios universitarios. Conservó ese carácter esencial tras varias reformas y lo acentuó la más reciente, iniciada en el gobierno de Fox y que en este ciclo alcanza a toda la secundaria. Dado que en el considerado “conocimiento necesario” la tasa de mortalidad de los contenidos es cercana a cero y la de nacimiento es muy alta, la vastedad curricular, que sólo los alumnos experimentan en su conjunto, ha alcanzado niveles que no dudo en calificar de demenciales.


A los otros dos pilares me referiré más brevemente. Uno es el de las prácticas de los maestros, casi sin remedio, sometidas al imperativo de transmisión impuesto por los programas de estudio. Los profesores exponen, señalan lecturas, hacen preguntas confirmativas, señalan tareas y ponen ejercicios que consumen todo el tiempo. Es paradójico en este sentido que en la presentación de los nuevos programas se sugieran numerosas actividades didácticas de virtud diversa. Pero ¿quién tiene tiempo de realizarlas en serio?


Todo lo devoran la información y la ejercitación y las actividades que podrían ser hasta placenteras se desvirtúan. Vaya usted a un museo, tan formidable como el Nacional de Antropología. Siempre hay grupos de estudiantes de secundaria. ¿Qué hacen cuando no están echando relajo? ¿Están mirando las piezas expuestas? No. Están copiando las cédulas informativas.


El triángulo se cierra con la evaluación, entendida como aplicar exámenes y llevar la cuenta de los trabajos entregados: “investigaciones” bajadas de internet, ejercicios, resúmenes, maquetas. Por supuesto, la evaluación es confirmativa y poco se aprovecha el potencial educativo de una evaluación para formar y fortalecer.


Si lo que digo es fundamentalmente cierto, es explicable que el efecto más común de este modelo sean el olvido acelerado y la ausencia de comprensión. Por eso muchos alumnos tienen resultados deficientes en los exámenes como Enlace, porque la memoria suele “limpiarse” después del examen más reciente. Como lo puede constatar cualquier adulto, pueden quedar vagos recuerdos. Estoy seguro de que “lo vimos”, dice uno. Pero como decía Jorge Ibargüengoitia de la guerra de 30 años: duró 30 años… creo.


Eso explicaría también los fracasos en exámenes como los de PISA, centrados en competencias de comprensión y aplicación a problemas del saber adquirido. ¿Cómo afrontar esos retos con un nivel de complejidad intermedia o avanzada, cuando probablemente nunca se tuvo la oportunidad sistemática de entender y relacionar, explicar y argumentar, enfrentar problemas intelectuales reales sin el temor a equivocarse?


Frente a este panorama, ¿cuál ha sido hasta ahora la respuesta de la alianza? En primer lugar, proponer una reforma curricular a la educación primaria, justificada en la necesidad de “articulación” de un ciclo básico continuo, cuyos componentes fueron declarados obligatorios en momentos distintos y nacieron con propósitos y destinatarios sociales muy diferentes. Ese fenómeno ha preservado dos rupturas formativas radicales, una entre preescolar y primaria, otra entre primaria y secundaria.


La alianza y sus impulsores tuvieron la oportunidad de alentar la reconstrucción de todo el ciclo básico y de repensar sin ataduras con el pasado cuáles deberían ser los aprendizajes indispensables realmente para los niños y los adolescentes que vivirán en el México difícil del siglo XXI. Era una opción de largo aliento, pero exigente, arriesgada, demandante de consensos sólidos y que sin duda no podría ser realizada en un sexenio.


Pero se dejó pasar esa oportunidad, si es que alguna vez se le consideró y se optó por una articulación de remendones, limando ciertas asperezas entre los tres niveles, pero esencialmente tomando como punto de llegada la secundaria en tránsito de reforma.


Dos comentarios sobre la reforma de primaria, uno de procedimiento y otro de fondo. Sobre lo primero, se planteó una etapa de prueba piloto con duración de un año, con una cobertura de 5 mil escuelas, antes de generalizarla en cada grado escolar. En el ciclo escolar en curso el piloteo resultó un desastre, si lo que se quería era evaluar y corregir la propuesta. El número de escuelas era demasiado grande como para lograr el control de operación y la evaluación de resultados en más de 30 mil grupos escolares. Los programas y materiales se distribuyeron con retraso y la información y orientación para los directivos y profesores involucrados fue tardía y superficial. Todo eso hace imposible obtener conclusiones fundadas sobre la etapa piloto, si es que alguna intención seria se tenía al realizarla.


El fondo del asunto es más preocupante. Si se revisan los programas de estudio propuestos para la reforma, resulta evidente que los contenidos informativos y de procedimientos de rutina aumentaron significativamente, tanto porque se conservaron muchos que ya existían como porque se modificaron y agregaron otros.
Otra vez aparece la contradicción entre un lenguaje con pretensiones modernistas, lenguaje de trapo en el cual todo lugar común está presente, y una enorme cantidad de contenidos, con frecuencia confusos y deshilvanados, que vuelven impensable toda renovación relevante de las prácticas escolares.


Todo esto se complica más aún por la incorporación irreflexiva del término “competencias”. Esta noción, tema de una seria discusión internacional y que en todo caso debe tener un significado preciso y restringido, se utiliza indiscriminadamente como la conclusión a que debe llegar todo aprendizaje. ¿Cómo explicarles que amar a la patria o conmoverse con la poesía son atributos valiosos, pero no son una competencia?


Termino con una referencia a la prueba Enlace, que se aplicará por cuarto año consecutivo en primaria y secundaria. Con las limitaciones de mi conocimiento, puedo afirmar que es el peor examen estandarizado que he visto en mi vida. No sólo es memorista y poco expresivo en relación con rasgos muy valiosos que los alumnos pueden poseer. Es también caprichoso en su selección de preguntas con frecuencia poco claras, algunas sin respuesta disponible, otras con varias respuestas razonables.


Enlace está dañando las limitadas posibilidades de aprendizaje auténtico y de creatividad que sobreviven en la escuela. Con la mayor mezquindad pedagógica, ahora hay que enseñar para contestar preguntas tipo Enlace y entrenar a los alumnos para resolver este examen agobiante, por las consecuencias que sus resultados tienen para los alumnos, los maestros y las escuelas.¿Hay alguna posibilidad de detener todo eso? ¿Podemos defender a la escuela, evitar que la dañen la improvisación, la ignorancia y la falta de responsabilidad de quienes deberían velar por ella?


Al final, no puedo evitar que me venga a la mente el primer mandamiento del juramento por el cual, según se dice, los médicos grecorromanos se comprometían al recto ejercicio de su incierta profesión: no hacer daño.



Ex subsecretario de Educación

lunes, marzo 09, 2009

Hernán Escalante Mendoza, maestro ejemplar

Estos son de los mexicanos que debemos conocer, y no los mediocres personajes que nos vende la televisión comercial. A continuación copio un correo que notifica del deceso del profesor Hernán Escalante.

La Jornada 9 marzo 2009
Hernán Escalante, maestro ejemplar

El pasado 5 de marzo falleció a los 96 años el profesor Hernán Escalante Mendoza, jefe de clases de matemáticas, quien participó en la organización de los primeros sindicatos de maestros, aquellos en que se luchaba sin prebenda de por medio; también fue miembro del Partido Comunista. En 1938 fue fundador, junto con Valentín Campa, Miguel Ángel Velasco, Carlos Sánchez Cárdenas, Manuel García Rodríguez y otros de una CTM inicialmente combativa, a la que Fidel Velázquez pronto traicionó y unció al PRI.

Hacia 1971 Hernán fue promovido por el Movimiento Revolucionario del Magisterio como integrante del comité ejecutivo de la sección 10 del SNTE. Asistió a congresos internacionales de educadores de Berlín y en Santiago de Chile y escribió numerosos artículos contra la influencia pragmatista en la educación mexicana y la evaluación estandarizada y excluyente que hoy se pretende generalizar. Sus 75 años de lucha consecuente son un patrimonio de los maestros que hoy, a lo largo y ancho del país, resisten una falsa alianza por la calidad de la educación y proponen una verdadera educación y sindicalismo democráticos.

Por el MRM: Iván García Solís, Carlos Terrazo, Jesús Ríos, Esperanza Ruiz,Antonio Sánchez, Jaime Alcázar, Araceli Castellanos

domingo, marzo 08, 2009

Y pensar que en Dgeti eliminaron la Historia como asignatura

Es necesario que las autoridades de Dgeti recapaciten del grave error de haber desaparecido de sus currículas las asignaturas relacionadas con las Humanidades y en particular la Historia. El daño a las generaciones de estudiantes formados bajo este modelo puede ser irreversible y grave porque ¿a dónde va una sociedad que desconoce su propia historia? Está parada en la nada, no tiene raíz, es manipulable y sometible ya que no tiene fundamento que le dé claridad y rumbo.


Las humanidades, indispensables para la sociedad, sostiene Narro Robles
De la Redacción. La Jornada 8 marzo 2009

El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Narro Robles, afirmó que a pesar de que hay quienes ven a las humanidades como algo accesorio e innecesario en la vida, éstas son indispensables para la sociedad.


En un comunicado, se informó que al presidir la firma de un convenio de colaboración entre la UNAM, la embajada de República Dominicana, El Colegio de México y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) para la creación de la Cátedra Extraordinaria de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Pedro Henríquez Ureña, señaló que a veces falta imaginación para pensar más allá de la productividad, la ganancia y el dinero como símbolos de éxito.


Narro Robles subrayó que cada vez es más difícil proponer, fuera del discurso y la retórica, mecanismos integradores para América Latina y el Caribe, y destacó la importancia de iniciativas que ayudan a determinar cómo se pueden fortalecer los vínculos para concretar lo que, de otra manera, sólo quedaría en el discurso.

Ante el embajador de la República Dominicana, Pablo Arturo Mariñez Álvarez; el presidente del Colmex, Javier Garciadiego Dantán, y la directora de la Flacso-México, Giovanna Valenti Nigrini, quienes suscribieron el convenio, el rector habló de la pertinencia de buscar en la cultura y la academia, y no sólo en la política y la economía, la posibilidad de incorporar a las sociedades en la detección de problemas y el planteamiento
de soluciones.

Evaluación educativa perversa: Angel Díaz Barriga

El Estado la realiza a cambio de recursos, afirma Díaz Barriga
La evaluación educativa es perversa en México: experto
Los maestros han perdido el valor de su profesión, señala

La crisis puede ser una oportunidad para transformar un sistema que no tiene por qué invertir cifras millonarias en sistemas de evaluación que no están atendiendo los procesos vinculados a la formación del estudiante, sostiene el especialista Ángel Díaz Barriga


Laura Poy Solano/ La Jornada 8 marzo 2009

En México urge un cambio de políticas educativas, ya que con crisis económica o sin ella enfrentamos un sistema de examinar muy perverso, en el que la lógica que se aplica desde el Estado es la evaluación institucional a cambio de recursos, afirmó Ángel Díaz Barriga, especialista en el sistema educativo y catedrático del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México.


En entrevista, señaló que la crisis puede ser una oportunidad para transformar un sistema que no tiene por qué invertir cifras millonarias en sistemas de evaluación que no están atendiendo los procesos vinculados a la formación del estudiante, que es lo que podría hacer cambiar los mecanismos que operan en el aula y la escuela.

La crisis económica, afirmó, también podría propiciar que las autoridades educativas tuvieran más humildad y se confiara más en los profesores, para apostar más a los sujetos de educación, tanto en la formación básica como en la superior.

Sin duda, indicó, existen ámbitos donde se pueden reducir costos. La evaluación es un área sobrecrecida que podría ser más modesta, más educativa, para hacer una evaluación no para dar dinero, que es absurdo, sino para ayudar a la institución, es decir, para mejorar lo que sucede en el salón de clases.

Díaz Barriga sostuvo que en México, como en la mayoría de los países de América Latina, los maestros han perdido el valor de su profesión. Explicó que de la mística de la Revolución Mexicana se trataba de pasar a un docente profesional, pero éste se quedó a mitad del camino y se volvió un empleado. Así se fue perdiendo el interés en el alumno y en su proceso educativo. Por esta razón, señaló, en México las evaluaciones se han convertido en una lista de chequeo, con miles de detalles absurdos para mirarlos con lupa, al convertirse en negocio o en una perversión.
Enfatizó que en educación superior la aplicación de esquemas de productividad y eficiencia, asociados a los programas de estímulos, generó que los docentes ya no tengan mucho tiempo para atender a sus alumnos, y se ha dejado de valorar a quienes enseñan los fundamentos del saber científico, al exigirles que publiquen investigaciones para acceder a los estímulos salariales.

Vale la pena preguntarnos si un maestro que enseña las bases de la química o las matemáticas a estudiantes que más tarde llegarán al doctorado no merece tener un buen salario.

Ante un escenario de crisis, manifestó, veo una autoridad educativa que ya no está en el aula, y un apresuramiento en aplicar reformas curriculares que no necesariamente se traducen en cambios en el trabajo docente. Ojalá la autoridad fuera más humilde y limitara la búsqueda de la eficiencia para tratar de consolidar un modelo de calidad, con una evaluación más orientada a los procesos educativos y, por tanto, más diversificada y con capacidad de reconocer singularidades.

sábado, marzo 07, 2009

Ceneval, privatización de la evaluación educativa

El Ceneval, ¿órgano constitucional de evaluación?
Hugo Aboites*


La Cámara de Diputados aprobó modificar el artículo tercero constitucional, pero algunos cambios son cuestionables. Queda en la ambigüedad la gratuidad de la educación y además posibilita el respaldo legal del más alto nivel a la creciente privatización de la evaluación de la educación.

El texto, ahora sujeto a la aprobación del Senado, habla con apariencia inocua, de garantizar que [la] educación se imparta y evalúe con calidad, transparencia y rendición de cuentas. Sin embargo, en el México de hoy, evaluar masivamente, con la sola excepción de la prueba Enlace, significa una actividad privada y comercial. Por ejemplo, el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval) se ha convertido en el gran monopolio privado de medición de la educación postsecundaria, pues cada año decide el acceso de cientos de miles de jóvenes a la educación media superior, superior y al posgrado (pruebas Exani-I, Exani II, Exani-III). Además evalúa a los estudiantes a media carrera (EXIL) y clasifica a quienes terminan sus estudios profesionales (EGEL).

Aprovechando la necesidad de educación de las familias mexicanas, en tres lustros este centro ha evaluado a cerca de 25 millones, que se traducen en 3 mil millones de pesos, incluyendo la mina que significa el examen único que se aplica en el valle de México.

Desde el 2000 el Ceneval evalúa y decide quiénes pueden obtener un título de bachillerato o profesional (aunque no hayan cursado o concluido sus estudios), con base en un procedimiento light de evaluación, de apenas tres días no consecutivos (y el pago de varios miles de pesos).

El Ceneval (1994) fue sólo el pionero. Luego (2000) vino una nube de comités y agencias privadas autorizadas por el Consejo para la Acreditación de la Educación Superior (Copaes) para evaluar universidades y valorar (acreditar) sus 13 mil 400 programas de estudios profesionales en un esquema monopólico, pues sólo se autoriza una agencia por cada carrera. Las acreditaciones, prácticamente obligatorias, deben repetirse cada cinco años y en el 2000 ya tenían un costo de 100 mil pesos cada una.

Siguiendo esta misma tendencia, la Alianza por la Calidad de la Educación plantea que la certificación de los maestros de educación básica quede en manos de agencias certificadoras (privadas). Evaluar periódicamente a más de un millón de maestros es otro enorme y generoso mercado cautivo. Esta es, pues, la evaluación real que con la ambigua redacción propuesta se elevaría a rango constitucional. Y significaría dar un respaldo constitucional a la evaluación privada y comercial y, además, patentemente ineficiente, pues en todos estos años, esta próspera industria de la evaluación no ha podido generar una dinámica sostenida y generalizada de mejoramiento de la educación.

Significaría, también, no sólo volver legal lo que hasta ahora no está siquiera contemplado en la Ley General de Educación sino, más grave aún, avalar a nivel constitucional el que el Estado ceda o deposite en grupos particulares el cuidado y la responsabilidad de la calidad de la educación. Ni siquiera sería ya el neoliberal Estado evaluador, sino un mero testigo de la acción de los particulares, el Estado testimonial.
En lugar de la evaluación privada y comercial que se define por la vía de los hechos, en este punto parece necesario que la Constitución retome su carácter de proyecto de nación y no de simple sancionadora de la acción arbitraria.

El artículo tercero no habla de educación y deja luego su significado a la libre interpretación de los hechos, sino que abundantemente define cómo debe ser ésta (democrática, laica, gratuita, solidaria, derecho de todos…). De ahí que la evaluación, este componente clave del proceso educativo y esencial para su mejoramiento, como también la gratuidad, no pueden quedar al arbitrio de la interpretación factual que se ha construido en estos años, o alguna otra que se construya en el futuro.

Por eso, cabe perfectamente señalar desde ahora que evaluar es una función de Estado, pública y participativa. De ahí que es urgente que el Senado abra una pausa de reflexión responsable, abierta y pública sobre este tema. No debe repetirse el albazo de los diputados. La educación es fundamental –incluso más que el petróleo– para la posibilidad de futuro de un país realmente de todos.

*Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco

martes, marzo 03, 2009

Depresión entre jóvenes del bachillerato. Voz de alerta.



Espero que la siguiente nota periodística publicada en Milenio Diario, nos ayude a entender un poco más el contexto del cual vienen nuestros estudiantes. Es muy fácil tachar a un joven de "burro" y echarlo a la calle. Equivocado también es el camino de reprimirlos, callarlos, dominarlos con falsos recursos "disciplinarios", como uniformes y castigos.

Lo que se requiere es democracia en las escuelas, Academia, Academia y más Academia. Profesores bien pagados y mejor capacitados. Autoridades que entiendan que no son Reyes, son servidores públicos.




Milenio.com 2 de marzo de 2009

Violencia, falta de educación sexual y deserción, problemas de jóvenes en bachillerato: SEP
Pretenden que los padres de familia ayuden a sus hijos a detectar esos problemas, porque muchas veces lejos de solucionarlos, los agravan.


Lun, 02/03/2009 - 16:56
Ciudad de México.-- La violencia, la falta de educación sexual y la deserción, con una tasa promedio de 15 por ciento, son los principales problemas que enfrentan los jóvenes de bachillerato, afirmó el subsecretario de Educación Media Superior, Miguel Székely Pardo.
Luego de anunciar que 560 escuelas de Bachillerato se suman al Programa Construye T, con lo que suman mil 610 planteles en el país, el funcionario de la Secretaría de Educación Pública, destacó que ante la crisis económica, se aplicarán diversas acciones de educación financiera.
Por medio de dicho programa, que beneficia a un millón y medio de alumnos, explicó, se instrumentará una serie de acciones para que los jóvenes estén más informados y puedan tener mejores decisiones sobre un problema que empiezan a vivir todos los días.
Precisó que a partir de abril se distribuirán materiales y libros por medio de Construye T, y la SEP financiará las acciones que programan las organizaciones sociales que participan en este programa nacional, cuyos recursos se ejecutarán a través de UNICEF y PNUD".
Székely Pardo reconoció que una situación que enfrentan los jóvenes que cursan la educación media superior es la violencia, y para ello se cuenta con materiales educativos y canales que permitan a los alumnos denunciar cualquier acto de ese tipo.
Admitió que no se tienen estadísticas recientes sobre ese fenómeno, pero la UNESCO dará a conocer una primera evaluación de la situación de violencia en las escuelas del país, es decir, tanto dentro de los planteles como en el entorno escolar.
También se ha detectado deserción y violencia en ese nivel educativo e indicó que el dato más preocupante son los índices de suicidio entre las mujeres, expuso el funcionario de la SEP.
Por ello, indicó, el Programa Construye T implica acciones encaminadas a dar apoyo a los alumnos para que no lleguen a ese extremo, que tiene causas múltiples y que son un reflejo de lo que ocurre en la sociedad a nivel mundial.
"Es un problema que tiene que ver con el acceso a la información, a la tecnología, al Internet y estar expuestos a todo un bombardeo de noticias e información", expresó.
Asimismo, tiene que ver con el rechazo que sienten los jóvenes en el entorno social, que les es agresivo, por lo que el programa incluye acciones para que los padres de familia ayuden a sus hijos a detectar esos problemas, porque muchas veces lejos de solucionarlos, los agravan.
Asimismo, señaló que en la educación media superior había un enorme vacío en materia de educación sexual, y las escuelas han reconocido que no se tenía un programa para atender ese problema.
Notimex