jueves, marzo 11, 2010

La OCDE y el futuro de la educación. Pablo Latapí

La OCDE y el futuro de la educación
pablo latapí


http://www.proceso.com.mx/rv/hemeroteca/detalleHemeroteca/130204

Revista Proceso,número 1248, 30 septiembre 2000



Algunos la llaman “sociedad del conocimiento”, otros “era de la información”, otros “economía intensiva de conocimiento” o “economía del aprendizaje”. Con diversos nombres se designa la sociedad del futuro a la que estamos entrando, empujados por la globalización y seducidos por las tecnologías informáticas. Será, está ya siendo, una transformación económica, social y cultural de enorme trascendencia: el amanecer de un nuevo nivel civilizatorio. El proceso inquieta y fascina; también preocupa; nadie sabe a ciencia cierta a dónde va ni conoce cabalmente sus costos y consecuencias; filósofos y críticos de la cultura, economistas e inversionistas, políticos y educadores, todos lo observan, interpretan y califican. Algo tan antiguo como el conocimiento humano tomará ahora el lugar central, será la energía decisiva que guiará la evolución de nuestra especie; y los sistemas educativos que siempre se han entendido a sí mismos como los responsables de generar y transmitir el conocimiento se preguntan por su suerte futura.

No es extraño que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), organismo especialmente perceptivo de los cambios del futuro, crecientemente interesado en la educación y también crecientemente tentado de convertirse en instancia doctrinal, haya promovido un importante estudio de este fenómeno (Knowledge Management in the Learning Society, París, 2000); y fue bienvenida la organización, la semana pasada, por parte de la SEP, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa y de la propia OCDE, de un seminario sobre ese libro, en el que participaron sus autores y dos docenas de funcionarios e investigadores de la educación. Fue una experiencia tensa, nada complaciente, que reveló interpretaciones divergentes del significado de la sociedad del conocimiento y de las funciones que en ella deberá asumir la educación. El estudio de la OCDE destaca la importancia decisiva del conocimiento para el avance de las economías de mercado; discute las clases de conocimiento que serán relevantes para la innovación y la productividad, y postula que ha llegado la hora de administrar racionalmente estos conocimientos -su generación, mediaciones, difusión y aplicación-; y desde esta perspectiva propone revisar rigurosamente lo que hacen los sistemas educativos y las universidades.

En busca de enseñanzas, analiza las maneras como se administra el conocimiento en otros campos -las ingenierías, la medicina y el ámbito de la informática- para concluir que es imperativo un cambio de paradigma educativo, un nuevo enfoque racional, pragmático y articulado a la revolución informática, para rediseñar la educación.

La mayor parte de los mexicanos que participamos en el seminario reaccionamos críticamente ante estas propuestas; sin rechazar todos sus elementos, cuestionamos su absolutización. Criticamos que se pretenda conformar la educación futura a partir de un concepto de conocimiento muy limitado, sólo el útil y aplicable, el que sirve a la economía; que se ordene el sistema educativo, incluyendo sus niveles básicos, exclusivamente a la productividad y no a la realización integral de las personas, ayudándolas a buscar la plenitud de significados de su existencia.

Algunos argumentamos que el conocimiento no es sólo, como lo presenta este estudio, un activo (asset) para la producción, un producto entre otros (a normal commodity) que se vende y compra en el mercado. Reconociendo que hay un tipo de conocimiento y de competencias y habilidades que son insumos importantes de la empresa e inciden en su competitividad, sostuvimos que a la educación le interesa el conocimiento humano en la amplitud de sus varios significados.

“Administrar el conocimiento”, entonces, debiera empezar por debatir las teorías sobre su naturaleza, sus clases y modalidades (si hay inteligencias múltiples e inteligencia emocional, entre otras cosas); indagar cuáles son los diversos aprendizajes que concurren en la formación humana, cuáles son generalizables o transferibles a otros campos, y cómo puede el alumno convertirse en sujeto consciente de qué conoce y de qué aprende; y así llegue a ser dueño de su propio proceso de aprendizaje para el resto de su vida. Bienvenido sea el recordatorio de la importancia del conocimiento práctico para el cual deben preparar eficazmente aquellos niveles y modalidades escolares directamente vinculados a la producción; pero en esta época de pragmatismos, hay que insistir en que la educación es, antes que nada, para aprender a pensar.

Entre otros tipos de conocimiento está el inquisitivo o filosófico que busca comprender lo que somos y el mundo en el que estamos, un conocimiento radicalmente inútil e irrelevante para los modelos econométricos. Todo joven que termina su secundaria debiera tener, si no respuestas, sí preguntas claras y algunas hipótesis sobre lo que es el hombre y lo que es la vida, lo que sabemos del universo, lo que significa la historia humana y varios otros asuntos insoslayables para encontrar el sentido de su vida. La diferencia de perspectiva se manifestó también respecto del significado social del conocimiento. En México, nos preocupa profundamente su desigual distribución y los procesos de exclusión educativa que no logramos superar; no aceptamos que los excluidos sean, como los califica la OCDE slow learners, en desventaja ante los quick learners; y creemos que las diferencias en el acceso al conocimiento ocultan conflictos de poder, por lo que ni las transformaciones educativas ni las tecnologías de la información se pueden discutir como cuestiones neutrales y meramente técnicas.

La propuesta de la OCDE de codificar y racionalizar los saberes “tácitos” que hay en toda profesión u oficio, se dijo, sólo beneficiará a la gerencia de la empresa para controlar mejor al personal, no a los sujetos que disponen de esas capacidades. El debate de estos asuntos es particularmente relevante para las universidades que por razones obvias deben atender a los mercados laborales que corresponden a las profesiones que imparten. El estudio de la OCDE propone como paradigma ideal de la investigación universitaria el de Stanford y Silicon Valley, donde se han fundido núcleos de investigadores universitarios con las dependencias de investigación y desarrollo de las corporaciones y producido la explosión de innovaciones informáticas que todos conocemos. Esta concepción, se arguyó con razón, no es sólo parcial sino simplista: olvida que son diversas las racionalidades de la empresa y de la universidad; la primera, se orienta a la ganancia privada y vive para el mercado; la segunda, a la formación humana; las lealtades y responsabilidades de la universidad, sobre todo la pública, miran hacia los bienes públicos y los valores colectivos, su rentabilidad es social. En la universidad pragmática que se propone saldrían sobrando las facultades de Filosofía, de Letras, de Artes, de Historia o de Ciencias Sociales, nada quedaría del conocimiento inútil, nada del compromiso con la cultura ni de su función de crítica intelectual de los asuntos públicos. Fue coincidencia afortunada que en los mismos días del seminario y sin relación con él, el doctor Juan Ramón de la Fuente, rector de la UNAM, advirtiese contra el efecto que la globalización y la revolución informática están teniendo sobre la concepción de la educación superior “en algunos círculos sociales y gubernamentales”. “Educar, afirmó, es formar seres humanos libres, sensibles, autónomos, críticos y creativos, aptos para el ejercicio consciente de la democracia y para enriquecer la tradición cultural en la que están inmersos”. Y más claramente: “Si la educación es un bien público, no puede estar sujeta a las leyes del mercado”.

Dos días después del seminario al que me he referido, pienso que esa reunión debe verse también como un caso de “administración del conocimiento” a otro nivel. El estudio de la OCDE y el seminario no son inocuas discusiones académicas; forman parte de un proceso político de legitimación doctrinal, en este caso planetario, tendiente a imponer una determinada visión de la educación. La OCDE se ha sumado al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y a otros organismos internacionales en el propósito de conformar los sistemas educativos y orientar la revolución informática de acuerdo con los intereses de las economías dominantes. Le preocupa que el mundo en desarrollo se quede demasiado atrás, que su fuerza de trabajo no resulte funcional a la globalización económica y que el parteaguas digital (digital divide) sea un obstáculo adicional.

Es en este contexto como debe leerse el texto del estudio comentado: el anuncio de un nuevo evangelio sobre la educación, respecto al cual, por cierto, las protestas callejeras de Praga se dejaron oír a la manera de coro griego. Nadie tiene respuestas definitivas sobre el futuro que nos espera ni sobre la manera como el conocimiento deba relacionarse con la educación; desde nuestras incertidumbres y nuestra relativa impotencia importa afirmar que nuestra visión es diferente.

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